Justicia para Valentino Blas Correas: «Yo también tuve 17»

El asesinato de Valentino Blas Correas, por dos efectivos policiales el miércoles a la noche en Córdoba Capital, conmueve a todo el país.

En las últimas horas, se conocieron los resultados de la autopsia al cuerpo de Valentino Blas Correas, de 17 años de edad. Ésta arrojó como resultado que el fallecimiento del adolescente ocurrió tras recibir un impacto de bala en la espalda, más precisamente en uno de los omóplatos. El proyectil fue retirado del cuerpo por los médicos forenses, el cual fue entregado a la familia del joven.

Cabe recordar que dos policías son acusados por el homicidio. Lucas Gómez de 35 años y Javier Alarcón de 31, quienes participaban de un operativo de control cercano al complejo Pablo Pizzurno. Ahora, la Justicia investiga que ocurrió en el Sanatorio Aconcagua ya que dicho hospital se negó a recibir a Blas, quien llegó con vida tras recibir el disparo.

Desde ALTA INFO, decidimos compartir a continuación, un breve, pero emotivo texto, elaborado por la docente altagraciense Andrea Vargas.

«JUSTICIA PARA VALENTINO BLAS CORREAS«

Yo también tuve 17 años. Y desafié el tiempo y el espacio y amaba la velocidad. No se puede venir al mundo y no hacer eso a esa edad. No es descontrol. Es sentir que la vida está ahí en tus manos. Que sos el dueño de todo. Que te las sabés a todas y que si hay margen, es poder decirle a tus viejos que no saben nada. Que vos has tenido grandes revelaciones de cómo es el mundo y que estás dispuesto a salir hasta en alpargatas para pelear con quien se te cruce en el camino.

Así fuimos a los 17 (por esto de que muchos se han olvidado de cómo han sido… “no van a saber”…”no van a parar”…”dónde están los padres”). Los padres están, como los míos lo han estado pero no han sabido todo…deberían saberlo? ¿deberíamos saber todo de un hijo a punto de cumplir 17?

También a esa edad mis fantasías de luchar contra el mundo se vestían de uniforme y jugaba…sí, porque a los 17 también se sigue jugando cuando sos feliz y bien criado. Jugaba, me paraba de costado, cerraba un ojo, apoyaba mi mano derecha sobre mi muñeca izquierda y daba la voz de alto y de mi boca salían los “pum” “pum” para frenar el ataque imaginario.

Peleaba siempre del lado de los buenos (algo que me quedó a lo largo de todos estos años). Y sólo disparaba con mi pistola imaginaria si mi enemigo estaba a punto de pisarme la punta de los pies. A los 17 todo era un juego. No sólo tengo un hijo a punto de cumplir esa edad. También tengo en mi haber una colección de recuerdos bonitos de cientos de alumnos que en el archivo de mi memoria aún conservan 17.

Creo poder afirmar que a esa edad el desafío y el terror van de la mano. Depende quién te espere del otro lado al momento de sortear la prueba, el miedo impregnará la vida o el valor sacudirá el alma. Yo también creí que cerrando un ojo y apuntando hacia el enemigo imaginario podía cambiar la sociedad y el mundo. Pero lo único que veo después de casi 30 años es que queda una madre llorando de pena y una sociedad que le da armas a cualquiera y te cierra las puertas porque el miedo le corre por las venas.

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