Muerte de Solange: protocolos versus sentido común

El «caso Solange» recorrió el país, abrió el debate en gran parte de la sociedad y la clase dirigente y llamó a la reflexión sobre qué es esencial y qué no, en los tiempos que corren.

OPINIÓN – POR VÍCTOR PEREYRA

Solange Musse era una joven oriunda de Neuquén, que llegó con su madre a nuestra cuidad en el mes de marzo, en busca de una última esperanza en su lucha contra un cáncer de mama que venía sobrellevando hace más de 10 años.

Pablo Musse, su padre, al quien Solange hacía más de 5 meses no veía por lo comentado anteriormente, y su cuñada, quien lo acompañaba, decidieron venir a verla por un pedido de Solange, con los hechos consumados (era para darle su último abrazo, ya que sentía desfallecer).

Pero ellos fueron demorados en la localidad de Huinca Renancó en un control de la Policía de Córdoba, dónde se le pide los certificados que acrediten que no es positivo de Covid-19 para poder ingresar a nuestra provincia y venir hasta la ciudad de Alta Gracia. Pablo no tenía dicho certificado, por ende se le realizó un test rápido el cual dio resultado dudoso.

Posteriormente Pablo pidió que se realizará un hisopado en el hospital más cercano, el cual fue negado; solo sería posible si pagaba una suma cercana a los $10000, los cuales no tenía en su poder.

Al no tener más opciones, Pablo y su cuñada emprenden el regreso a su Neuquén, de dónde él es oriundo. En dicho viaje fueron escoltados por la policía, manejando sin detenerse, ya que las autoridades no les permitieron descansar ni hacer sus necesidades biológicas.

El pasado viernes Solange falleció dejando un dolor inmenso en toda la sociedad, dejando una sensación indescriptible en nuestro ser, dejando un vacío tremendo en su familia. Se fue y se quedó con las ganas de un último abrazo de su padre. Se fue y dejó una frase que marcara un antes y un después. Se fue Solange pidiendo que “respeten su derechos hasta su último suspiro”. Se fue y ahora que ella no esta físicamente, el padre pudo pasar a nuestra provincia, y llegar a nuestra ciudad; estando respaldado por una orden judicial.

Pablo llegó hasta donde pedía su hija, pero en vez de darle un abrazo a ella se lo tuvo que dar a su «ataúd». Se fue Solange, y con ella se llevó una historia que lejos estará de ser olvidada.

La reflexión nos lleva a pensar qué es esencial y qué no; ¿sí estar con nuestros afectos es ilegal?, ¿sí querer abrazar es delito?. Los protocolos deberían estar hechos para cuidarnos y no para prohibirnos ser feliz aunque sea en nuestro último instante.

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