¿Qué se gana cuando se pierde?
Andrea Vargas nos trae una nueva experiencia de «En Primera Persona»; esta vez relacionada cien por ciento a su rol docente en el actual contexto de pandemia, donde no todo está contenido.
M. entra a la librería. Sus ojos brillan y se acerca decidida a darme un abrazo. “¿Puedo?” Y le digo que sí, que puede. Me abraza fuerte y ahí nomás me larga. “Extraño el colegio y la extraño a usted.”
De los más de 100 alumnos que tengo en el secundario, es la primera adolescente que me cruzo después del 16 de marzo. Me buscó porque tenía unas dudas para resolver. Me encontró y pudimos aclarar quiénes son los famosos “señores” que menciona el Quijote.
Se quedó a charlar un rato y me contó que no le gustó estar tanto tiempo en su casa. Que quería estar en el cole para pelear con sus compañeros, volver a amigarse, contarse cosas, no hacer algunas otras en el aula, bromear o aburrirse con algunos colegas (por qué no, en mi hora).
Fue muy crítica con lo que hicimos este año los profesores. Para ella no hubo clases, porque le faltó el aula, el recreo y las explicaciones y las miles de veces que decimos las cosas para que las comprendan. Y coincido con ella. No me rasgo las vestiduras.
F., otra alumna del nivel superior, adulta (más grande que yo en edad), unos minutos después de charlar y abrazar a M. y luego de la nota que le puse, se desahogó en un mail con amenazas porque no estaba de acuerdo con mi evaluación. Se sintió abandonada. No me rasgo las vestiduras. Nunca hubo contacto. Sólo mensajes siempre reclamando cómo iban a acreditar. Es lógico.
Las dos caras casi iguales y diferentes. Pero en este momento, quien pone la cara completa con nombre y apellido somos los docentes. Los funcionarios desaparecen detrás de sus escritorios y sus faltas de ideas. El reclamo, el dedo acusador, la queja, el no perdonar ningún error cae sobre cada uno de nosotros. Nunca hubo un plan alfabetizador para esta circunstancia.
Y esta bola de nieve que se fue haciendo entre pdf, zoom, meet, planillas, logrado, no logrado, vinculado, no vinculado… Mañana seguro habrá otra manera de llamar esto que ni el esfuerzo individual de algunos puede ya sostener, nos llevó a todos puestos.
No hubo un plan… Porque el ministro ya había dejado por sentado que nadie iba a repetir el año allá por mayo. ¿Quién le discute a un ministro? Si tuviera que ponerle un nombre a este año, le pondría “2020: el año del que hagan lo que puedan”.
M., con 15 años me dijo “profe, sólo hicimos lo que nos pidieron: responder trabajos para cumplir”. Sé que debe haber honrosas excepciones (en las cuales no me incluyo) que pudieron “dar” clases (no sientan estas palabras para ustedes).
Me quedo en la falta de visión de un plan alfabetizador sabiendo de entrada las grandes diferencias y dificultades y falencias que revela siempre el sistema educativo. Es muy peligroso dejar librado a nuestra buena voluntad lo que teníamos que hacer con los alumnos porque alfabetizar tiene como prioridad garantizar ingreso y permanencia del estudiante a través de un proyecto que comprenda la contingencia.
Sabiendo que hay disparidades pedagógicas y didácticas (y humanitarias) entre nosotros, hubiera venido muy bien una línea de trabajo que contemplara oportunamente la lectura, la comprensión y la producción textual y la resolución de situaciones problemáticas. Pero, solamente se preocuparon por mantener las planillas completas…si los chicos aprendieron algo, lo veremos el año que viene. Si a los docentes nos preguntaron por nuestro bienestar…lo dejamos ahí.
M. vino esta mañana a confirmármelo (también escucho a mis hijos, pero como sé que parecen un poco a mí, no tienen crédito en este texto), “profe, ojalá el año que viene nos puedan explicar mejor las cosas. Yo no entendí mucho algunas materias. Sabe, usted es la primera profe a quien le pregunto algo porque no me animaba…”
Dentro de los marcos teóricos de la alfabetización hay un pilar fundamental que tiene que ver con el contexto socioafectivo de los alumnos que recibimos y de los modos que debemos ejercer para permitir que ellos se acerquen.
Si hay una deuda este año, es con todas las M. que no se animaron a encender su pantallas, a consultar por temor a molestar, perderse en la desorganización. La deuda es con todos los que se sintieron abandonados, alumnos y docentes porque aún no apareció nada que reemplace el aula.
¿Qué perdimos? Mucho. ¿Qué ganamos? La oportunidad de poder decir que hay cosas en la escuela que no pueden seguir igual.